viernes, 1 de octubre de 2010

LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN NÚMERO


Por: Eduardo Romero Álvarez
DNI: 53.689.334 C
30 de agosto de 2010



LA ILUSIÓN
- No.
- Pero, ¿por qué no?
- Porque no y punto.
La letrita “e” comenzó a llorar. La madre viendo la escena se acercó a ella y le dijo a los ojos.
- Hija mía, tu has nacido letra, nunca podrás ser capitán.
La niña siguió llorando y carraspeando soltó con su fina voz.
- Mamá, yo quiero ser capitán.
- Eres una letra, los capitanes de barcos son números, están reservado sólo para ellos. Tú si quieres, llegarás a ser una poesía, una novela o si te lo propones podrías llegar a ser parte de un cuento. ¿No te gustaría formar parte de un cuento?
La hija le miró a los ojos.
- Mamá…yo quiero ser capitán.
La madre le quitó el sobrero de pirata que llevaba hecho de papel, le quitó el parche del ojo y le secó las lágrimas. Luego le sonrió.
- ¿Y princesa? La princesa del cuento más bonito jamás escrito.
- Capitán.
Le abrazó.
- Si quieres ser capitán lo serás.
La puerta de casa de abrió.
- Papá acaba de llegar, ve y dale un beso bien fuerte.
Los labios de la pequeña sonrieron, agarró su peluche favorito, un numero uno de color amarillo y salió corriendo a ver a papa.
- Mi pequeña letra, ¡ven con papa!
La niña salto y su padre la cogió en brazos, luego le dio un fuerte beso y miró esos inmensos ojos.
- Tu, ¿no habrás llorado?
Ella asintió. En ese momento llegó su madre y la reclamó.
- Ven hija, vete a jugar con los juguetes.
La letrita “e” salió disparada para su cuarto y quedaron los padres a las puertas de la cocina.
- Ha vuelto a llorar. ¿Sigue con esa tonta idea de ser capitán?
- Si.
- Que niña más testaruda. Con solo 4 años y no hay forma de quitarle eso de la cabeza.
- Es muy pequeña. Ya se le quitará -. Comentó mientras comenzaba a cocinar.
- Me preocupa que esto llegue a más. ¿Has visto en lo que se entretiene?-. Señaló con el dedo el disfraz de pirata que sobre la mesa había dejado su madre.
- Imagina un mundo en el que ella navega por el mar.
- Si, pero el otro día decía que era capitán de un barco que navegaba más allá de las estrellas.
La madre se giró.
- Es una niña muy pequeña, tiene que imaginar todo eso. Además, ¿qué malo hay que la niña piense ser capitán?, ¡como si es arquitecto!
- ¡No! Sólo los números pueden llegar a ser ese tipo de trabajos, ellos han nacido para serlo y nunca, nunca, la niña llegará a ser capitán. Para ser capitán tendría que haber nacido un número, y ninguno de los dos lo somos.
Ella se secó las manos en el delantal.
- La niña será lo que ella quiera.
El, suspiró resignándose.
- Claro, seguid incrementando esa fantasía en la cabeza. Tú como madre deberías de aconsejarle de otra manera.
Aquel comentario le crispó y le señaló con el dedo.
- Nunca, nunca le cortes las alas a la inocencia. Ella, si quiere ser capitán, lo será. Y respecto al consejo, tu eres su padre, y por muy fantástica que sea la idea de una niña, tu – de nuevo señaló con el índice -, tu eres su padre y deberías de apoyarle en todo lo que ella quisiera, es una niña, no lo comprendes, la mitad de las cosas que dice son fantasía, ¡ pues claro que si! A veces pareces tú el niño de la casa.
- ¿Ahora el culpable soy yo? Venga por favor, solo quiero parar esto antes de que la niña sea algo mayor y vea que su sueño nunca se podrá cumplir. Una letra, jamás será un numero, es que, eso es antinatural.
- Lo que es antinatural es tu forma de pensar.
El se acercó y le dio un beso en la mejilla.
- Solo quiero lo mejor para la niña.
- Egoísta, tu solo quieres que la niña no sea un bicho raro y la gente no la señale con el dedo. Contigo o sin ti, si la niña quiere imaginar ser un número que lo sea, si imagina que es una estrella que lo sea, como si quiere ser una ecuación.
El, sonrió con ironía.
- Una ecuación va acompañada de números, esa unión es posible.
- No me enfades más de lo que estoy. Si la niña quiere ser un número lo será, nada de formar parte de conglomerados y polinomios. Anda dejemos la conversación que voy a echar a perder la comida con tantas irritaciones.
- Vale, vale. Tranquilízate.
Ella se dio la vuelta y le miró a los ojos.
- ¿Cuál fue tu sueño cuando eras un niño?
- No lo recuerdo.
- Sabes por qué no lo recuerdas. Porque no hubo nada que te ilusionara tanto como lo hace con tu hija, por eso no lo comprendes ni creo que lo comprenderás jamás.
- Te equivocas, claro que tenia sueños.
- El que te equivocas eres tú, la niña siente que es un número, todos sus muñecos son números, su cuarto está decorado con barcos del mar y unos barcos que dice ella que algún día navegarán por las estrellas, todo su mundo son números, números, números, números. Hasta antes de que llegaras, yo le negaba sus sueños, pero vi en esos ojos tanta ilusión que me transportó a lo más profundo de su corazón. Y creeré en sus sueños por muy estúpidos que sean.
En un descuido la puerta se entreabrió y dejó al descubierto a la niña que había escuchado toda la conversación. La imagen que le quedó a la madre fueron las lágrimas que resbalaban por las mejillas de la niña.








EL CASO

Eran las nueve de la mañana cuando llegó al trabajo. Entró en la oficina y soltó su sobrero en la percha y luego quitándose el abrigo saludó a los compañeros del trabajo con un ademán. Aquella planta siempre estuvo atestada de números y letras que trabajaban juntos en la construcción de puentes y grandes obras civiles. Por doquier podrías ver a toda clase de números y letras, de vez en cuando algún signo de división charlaba con una resta mientras apagaban el último cigarrillo u otros como raiz cuadrada discrepaban con la letra x sobre una incógnita aun sin resolver. El director del edificio de Números Enteros, una esbelta integral caminaba muy varonil por aquellos pasillos saludando a todos sus empleados. Era un signo muy querido por todos pues era capaz de sumar infinitos sumandos infinitamente pequeños y eso, pocos eran los afortunados en conseguirlo, años y años necesitaban para poder entenderlo además de haber nacido de buena cuna. Era un orgullo para todos que aquella integral se relacionara tan bien con todos ellos, no había nada mejor que tener un jefe como él.
- Buenos días, Jefe -. Saludó.
- ¿Has descansado hoy? Tienes muchas ojeras.
- Mi hija, que no me ha dado cuartel. Tiene muchas fantasías en la cabeza y esta noche me ha tocado dormir en el sofá.
- Tu mujer te ha castigado.
El sonrió.
- Bueno, si.
- Y que le pasa a tu hijita, le duele la barriguita o es que aun le quedan dientes de leche por salir.
- Que va. Sueña con ser capitán.
- ¡Ja!. Cosas de críos. Es normal.
- Eso espero.
- De todas formas, ¿capitán? Es curioso, vamos eso es imposible, pero déjalo pues es una niña y creerá lo que quiera. Es la primera vez que escucho algo tan raro, ¿no estará tu hija enferma? Vamos, en los años que llevo vividos nunca he escuchado algo igual.
El se disculpó.
- No se, no se. La verdad que la niña tiene profunda obsesión por ser un número. Además sueña con barcos que navegarán por las estrellas.
Aquella integral observó la situación y le invitó a que fuera a su despacho.
- Acompáñame, estaremos mas cómodos en mi despacho.
Su jefe le abrió la puerta y le invitó a que se sentara.
- La verdad que me está preocupando. Estoy pensando si su hija no necesitaría atención psicológica. Verás tengo un amigo que trata temas raros, no se si este caso le causará alguna simpatía pero tome.
Sacó del primer cajón varia tarjetas y una de ellas, era de su amigo. Con las mismas se la entregó.
- Gracias, se lo agradezco muchísimo.
Con las mismas se levantó de su asiento y cerró la puerta. Acto seguido descolgó el teléfono y llamó.
- Hola, ¿qué tal estás? Me alegro. Te llamo por lo siguiente, la hija de uno de mis empleados está obsesionada con ser un número. ¡Ja!, has visto, si, lo mismo he pensado yo, pero he visto en su mirada algo que le angustiaba, no creo que sea una obsesión. Tú que piensas que puede ser, te habías topado alguna vez con un caso como este. Lo suponía. Con tu permiso le he dado tu tarjeta para que te llame, pero si ves que puede dañar tu renombre y reputación no le hagas caso. Gracias, y mantenme informado.
Una vez cerró la puerta del jefe se dirigió a su lugar de trabajo, cabizbajo y con la expresión puesta en la conversación de ayer. Se sentó y comenzó a trabajar, miró la foto de su hija que sobre la mesa estaba y acariciándola sonrió. Seguidamente descolgó el teléfono y llamó. Al otro lado del teléfono el psicólogo infantil escuchó al padre de “e” todo lo que la hija decía y comentaba, este se limitó a asentar y afirmar lo que con vaga angustia el padre le podía transmitir, de vez en cuando el bolígrafo del doctor anotaba las cosas que más le llamaba la atención y la expresión tomó más seriedad cuando el padre le comentó algo sobre barcos que llegaban a las estrellas.
- ¿Podría traerme a la niña, mañana? Me gustaría conocerla, y a ustedes también. Fantástico, les espero entonces.
Tras colgar el teléfono dudo unos instantes y de nuevo descolgó el teléfono y llamó.
- Soy yo. Oye tu eres el mejor interprete de sueños que conozco, tengo un caso muy extraño, podrías pasarte mañana por aquí. No, mañana te lo explico. Es lo más raro que he escuchado nunca.
Tras esto colgó de nuevo y sentado se giró hacia el gran ventanal, el hilo musical de la estancia inundaba a Pachelbel y su Canon en D Mayor. Luego se llevó el lápiz a los labios y miró al cielo.
- Capitán de un barco que llegará a las estrellas.
Las nubes blancas surcaban el cielo, los rayos del sol comenzaron a entrar por aquellos ventanales, absorto en sus pensamientos el doctor imaginó aquellos barcos a modo de nubes y negó con la cabeza, con un ademán de resignación suspiró.
- Capitán de un barco que llegará a las estrellas -. Repitió


LA INTERPRETACION


- Tomen asiento por favor
- Gracias -. Dijo la madre.
- Este señor es uno de los más ilustres intérpretes de sueños que existe -. Dijo señalando en un acto de presentación
- Encantada -. Dijo ella
- Gracias por venir -. Dijo el padre.
- Y vamos a ver qué sueño es el que ronda por la cabeza de esta pequeña letrita -. Explicó dirigiendo una sonrisa a la pequeña.
- ¿Un caramelo? -. Obsequió el doctor
La niña miró a su madre y esta afirmó, se levantó del asiento y tomó ese caramelo.
- Y bien, me podrías decir pequeña ¿qué te gustaría ser de mayor?
El caramelo apenas hizo entendible aquella palabra.
- ¡Cap….Capitán!-. Dijo levantando la mano.
- ¡Que bien! ¿Y desde cuando quieres ser capitán?
- Desde que era pequeña.
La madre a diferencia del padre que la miraba seriamente, ella sonrió.
- Pequeña, pero si tienes 4 años, ¿desde que eras más pequeña aun?
- Sí.
- Bueno y me puedes explicar cómo imaginas ese mundo.
Ella abrió los ojos de par en par.
- ¿De verdad quieres saber como es mi mundo? – Luego se giró. Mamá, quiere saber cómo es mi barco.
- Anda hija, cuéntanos como es tu mundo imaginario.
Tomó un lápiz y colocó varias sillas en fila india, tomó tres folios y dibujo tres números, el uno, el dos y el tres seguidamente los colocó cada uno en su asiento correspondiente. Allí le ordenó a los números que no se movieran. Los doctores y sus padres se miraron después de que dibujara esos números. Y comenzó a pasar lista a cada uno de ellos, incluso dibujo el numero cuatro y le dijo que por qué había llegado tan tarde a la clase de matemáticas. Una vez que tomo asiento el numero cuatro, les explicó a los demás números de papel cómo se debía sumar, restar, multiplicar y dividir. Decía en que en su barco solo navegaban los números más listos y aquellos que no hicieran bien los deberes los castigaría y nunca llegarían a ver las estrellas. Fue narrando una epopeya de piratas espaciales con un parche en el ojo, mientras la niña hablaba de espalda a los números tomo un folio y se hizo un gorrito, luego le pidió a su mama que le dibujara el contorno del ojo el típico parche de pirata. Una vez disfrazada ordenó el saludo a otro barco imaginario que apareció de repente, le llamaba la Integral, y consolaba a los números sentados de que la integral a ella no le haría daño pues ella era una pirata muy buena y la policía del espacio, en este caso la integral no le daría ningún susto. La pequeña interpretó al almirante de la integral y le explicaba que ella era el capitán del barco pirata de las estrellas y que no había novedad por aquellos mares. La letrita “e” durante aproximadamente 30 minutos siguió contando fantásticas aventuras, mientras dibujaba en papeles; números y símbolos que ninguno de los asistentes podían entender.
La madre la miraba emocionada de cómo su hija disfrutaba tanto en su mundo imaginario, era tan feliz, era el mundo perfecto que todo niño deseaba tener. Sin embargo el padre seguía con el rostro solemne y de vez en cuando soltaba un soplo de resignación mientras en sus pensamientos se lamentaba de que algo así le pasara a el. Su hija, sería el hazmerreír del mundo. Pensó este.
- Fantástico.
La niña paró su interpretación cuando el doctor exclamó. Luego se giró y los vio a todos, segundos después salió de su cuento imaginario.
- Que historia más bonita -. Comentó el doctor. Con las mismas se levantó y recogió todos esos garabatos pintados en multitud de papeles y los puso encima de la mesa, los ordenó y seguidamente los guardó.
- ¿Que le parece a usted? -. Se interesó la madre.
- No se, no se. Créame que estoy incrédulo, no he entendido ninguna palabra de lo que ha dicho, en los dibujos hemos visto representaciones de la realidad, es normal que los niños imaginen cosas, pero es que su hija no es que imagine números que puede ser, es que ella lo vive. Ella cree que es un número y sin embargo se llama a si misma letra en todas sus historias. Es muy curioso pues ella tendría que tomar conciencia de que en su mundo imaginario es un número y sin embargo es una letra que se relaciona tan harmoniosamente con los números que crea un tandem tan perfecto como imposible.
- Está loca la niña – Dictaminó el padre
- ¿Puede tener algún trastorno del sueño? – Preguntó el otro doctor.
- No, pues la niña duerme placidamente -. Respondió la madre.
Ambos doctores se miraron.
- No tengo palabras para describir esto, no lo entiendo. Simplemente esto escapa de mis estudios, ningún caso hay documentado de que una pequeña viviera tan intrínsecamente ser un número. No tengo palabras.
El padre secamente tomo el sobrero de la niña y lo puso sobre la mesa. La niña tristemente miró a su padre por aquel acto, luego observó a la madre.
- Que nos aconseja -. Dijo esta
- Seguid con la vida tal cual hasta ahora.
El padre intervino.
- No puede decirme usted eso cuando en la oficina la gente me señala con el dedo y escucho comentarios sobre, ¿sabes que su hija cree ser un numero? ¿estará loca la niña? ¿Qué educación le habrán dado los padres? Eso, en el mejor de los casos.
- Nosotros no podemos hacer nada, este será el primer caso documentado. Tendremos que estudiar este sujeto.
- ¡Mi hija no será estudio de nada! A ella no le pasa nada, es una niña -. La tomó en su regazo y la acunó, como si la quisiera proteger.
Con las mismas se levantó y abriendo la puerta madre e hija se marcharon.
- Gracias y buenos días.
El padre quedó a la espera de una frase de consuelo por parte de aquellos doctores.
- Gracias, ya se puede usted marchar. Nosotros no podemos hacer nada.
- O si -. Dijo vagamente el doctor intérprete de sueños.
- ¿Cómo? -. Dijo el padre.






LA INCOGNITA

La maleta solo contenía un pequeño libro, “ de la A a la Z “ rezaba el titulo. Luego la niña introdujo su peluche favorito de color amarillo, desde lejos parecía una jirafita pero no, era un número uno, y lo guardó dentro.
- Tu te vienes al colegio a aprender -. Le dijo al peluche.
Tras esto cerró la cremallera dejando la cabecita del número asomar fuera de la misma y cerrando la puerta de su cuarto se dirigió a la cocina donde su mamá la esperaba con el desayuno. Allí quedó su cuarto iluminado por la luz del sol que entraba rebosante de vida iluminándolo todo con vivos colores. Sobre la cama dejó innumerables garabatos incomprensible para muchos, otros tantos dibujos y un buen grupo de peluches que bien puestos parecía una clase a punto de comenzar. Decorando el cuarto se encontraba colgados varios cuadros con dibujos de animalitos y hadas de los sueños como algunas personas de este mundo las llamaban.
- Bueno días princesa.-
- Buenos días mama.
- ¿Cómo has dormido hoy?
- He tenido una pesadilla -. Dijo mientras se sentaba y agarraba el pan con manteca que le había preparado la madre.
Su madre se sentó a desayunar con ella.
- ¿Una pesadilla? ¿De algún monstruo malo o bueno?
- No habían monstruos mamá, los monstruos no existen.
- Ah, ¿entonces?
- Me encontraba dentro de una pompa de jabón y viajaba por toda la ciudad, y vi a la gente, y a niños, y los árboles, y muchas cosas. También vi un pajarito que me hablaba.
- Un pajarito que te hablaba, y qué te decía.
- Pio, pio.
La madre sonrió.
- Y qué más te decía.
- Me llevó arriba a las nubes. Unas nubes muy blancas, y allí habían muchos más pajaritos como el, había una gatita muy bonita, dos jirafitas muy chicas, tres delfines y muchos animalitos más. Cuando mi pompa de jabón aterrizó en la nube, todos los animalitos aplaudieron.
- Te estábamos esperando -. Dijo la gatita.
- ¿A mi? -.
- Si, hemos pedido una profesora que nos enseñe a contar y el pajarito te ha traído.
La madre interrumpió.
- Entonces es un sueño muy bonito, no es una pesadilla.
- Mama es una pesadilla porque se me olvidó contar y todos los animalitos se quedaron esperando muy tristes.
- Hay que imaginación tienes hija, eso de contar ya te dijimos que sólo los números lo saben hacer, ni papa ni yo sabemos contar.
- Pero yo si. ¿Quieres que te cuente hasta el diez? -. Dijo entusiasmada, soltó el bocadillo y le enseñó los dedos de las manos y allí contó cada uno de sus pequeños deditos.
La madre escuchó como decía esas cosas raras mientras tocaba cada uno de sus dedos, todo en la madre eran incongruencias sacada de una fantástica imaginación. Al momento sonó el timbre de la puerta. La pequeña letrita terminó de comerse el bocadillo con un gran vaso de leche. Momentos después entro su amiguita y ambas se dirigieron al colegio con mama. Una vez en la calle, el sol brillaba en lo alto, muy alto y las nubes pintadas en el cielo lo acompañaban.
- Mamá mira el cielo, como en mi pesadilla.
- Eso no es una pesadilla, eso es sueño y no te preocupes. Pero llevas razón son unas nubes muy bonitas y blancas. Y seguramente habrá muchos pajaritos volando por esas nubes.
- ¿Y estará Pío Pío también?
Su madre la miró y sonrió.
- Claro que si. Pío Pío estará arriba con todos sus amigos, ellos también van al colegio.
Su vecinita “r” miró extrañada al cielo y buscó a Pio Pio allá en el cielo, como si con eso pudiera imaginar quién era ese amigo.
- ¿Quien es Pio Pio? -. Preguntó “r”
- Es mi amigo de un sueño – respondió “e”. Es un pajarito que me acompañaba en una pompa de jabón a las nubes.
- ¿Las nubes del cielo? -. Dijo señalándolas.
- Si, las de arriba. Allí están los amigos de Pío Pío, muchos animalitos que esperan que les enseñe a contar números.
Su amiguita se paró en seco.
- ¡¿Sabes contar números?!
- Si.
La madre se dedico a contemplar aquella inocente conversación como si de dos personas mayores se tratara.
- ¿Y donde has aprendido a contar números?
- En mis sueños.
La madre hizo un ademán he intentó, agudizar su oído. Su amiguita continuó.
- ¿En tus sueños? Qué bonito, y como son esos sueños.
- Me encuentro en una clase y soy yo la profesora…
La pequeña “r” interrumpió.
- Que chupi, ¿tu eres la profesora? ¿Y yo estoy en la clase?
- No, solo hay letras mayúsculas y números muy grandes, además de otros signos de puntuación y otras personas que no conozco.
- ¿Había números en mayúsculas?
- En mi sueño no hay número en mayúsculas.
La conversación siguió hasta que giraron la esquina del edificio, allí al fondo un gran alboroto de niños entrando y jugando dejó a medias la conversación, “ r “ interrumpió a “e” y salieron disparadas para ver a sus amigas.
- No corráis.
- Si mama.
Ni caso, las niñas corrieron hasta entrar por las puertas del colegio. Segundos más tardes llegó ella y se reunió con el grupo de madres que en la puerta comentaban del buen día que hacía hoy para ir a la playa, o para ir de excursión. Cuando todos los niños entraron en el colegió las puertas se cerraron. Ya dentro de clase todos los compañeros de “e” se sentaron como ella y aguardaron a que la profesora llegara, mientras la niña sacó un papel y empezó a garabatear con formas extrañas, luego se acordó y sacó su parche de pirata, en ese preciso instante sus amiguitos se rieron de ella, esta les miró a todos y una gran tristeza le inundó el corazón.
- Tonta, tú no eres un capitán -. Dijo uno.
- ¿Donde está tu barco?- Dijo otro.
Su compañera “s” algo regordeta se acercó a ella muy bravucona y le quitó el parche y lo tiró al suelo. Todos se rieron, ella agachó la cabeza y buscó su parche recogiéndolo del suelo. Sin esperarlo un señor alto y un poco encorvado entró por la puerta acompañado de la profesora.
- Aquella es “e” -. La señaló con el dedo.
- Ven acompáñanos -. Le invitó aquel hombre.
La letrita se levantó y salio junto con su profesora y aquel señor.
- Buenos días letrita,
- Buenos días señor.
- Qué te pasa pequeña.
Ella le enseño su parche ya sucio.
- ¿Y esto que es?
La profesora interrumpiéndolos les presentó.
- Pequeña “e”, este señor es Incógnita, y quiere hacerte unas preguntas.
- ¿De mis sueños?
Aquel hombre miró esos ojos llenos, rebosantes de vida. Y observó tanta inocencia tanta bondad, era preciosa contemplar esa dulzura en aquellos ojos. Momentos después apareció el padre de la pequeña.
- ¡Hola papa!
- Hola pequeña -. Contestó con un saludo.
La pequeña quedó con los brazos extendidos esperando el abrazo de papa, segundos después los bajó.
- La profesora y este señor te van a hacer más preguntas.
- ¿De mis sueños? ¿De ser capitán?-. Preguntó entusiasmada.
- De tus sueños y de todos los dibujos que he traído de casa, además tu profesora ha recogido mucho de esos garabatos que haces en clase cuando no prestas atención.
La pequeña cayó y la sonrisa se volatilizó.
- ¿Queréis que os cuente hasta diez? Mire señor tengo un parche de pirata -. Dijo sacándolo de nuevo de su bolsillo derecho.
- Ha visto usted, señor Incógnita. Todo el día igual, números, barcos, piratas y parches. Siempre números. A mi me va a dar algo con tantos números, estoy hasta el bombín, y el bigote se vea a caer de la presión que tengo. Todos los almuerzos y cenas son iguales, de tanto escucharla se me está pegando sus manías. Y sabe lo que me pasa desde hace días, que me levanto con su voz en la cabeza diciendo, uno más uno son dos, dos y dos son cuatro y así hasta que llego al trabajo…
Incógnita alzó la palma de la mano interrumpiéndole.
- ¿Cómo ha dicho usted? Repítamelo.
Papa de “e” quedó con la boca abierta como si le hubiera ofendido.
- No se quede así, repítamelo le he dicho.
Aquel hombre dudó y se encogió de hombros.
- No, no se lo que he dicho, esos numero bailan en mi cabeza, pero sin ningún sentido, es lo que….
La niña continuó cantando:
- Dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho y ocho dieciséis.
Incógnita dejó al padre con la boca abierta y se giro arrodillándose a la altura de “e”.
- Dime pequeña, lo sabes de memoria o eres capaz de entenderlo. A ver, - le costaba trabajo articular palabra de lo nervioso que estaba -, sabrías decirme cuanto son tres más cinco.
- Ocho -. Dijo sin parpadear
De nuevo trajo saliva aquel señor y carraspeando prosiguió.
- Y….vamos a ver…si te digo un número más grande, como por ejemplo el catorce, sabrías decirme que números lo componen.
- El uno y el cuatro.
Mientras Incógnita seguía abordando a la niña con preguntas, el padre y su profesora quedaron en la más absoluta ignorancia. El pasillo de aquel colegio se hizo eterno para el padre, este se quitó el bombín y unos de aquellos garabatos que trajo de casa se resbaló de la mano llegando a caer en el suelo, esto sacó de su perplejidad a Incógnita que por el rabillo del ojo observó como cayó, tomó ese papel lo leyó y negando con la cabeza buscó como un loco la fuente, allí de un arrebato los cogió todos.
- Démelos todos, y usted profesora, déme todo lo que esta niña ha escrito.
- ¿Que está pasando? Preguntó alarmado su padre.
Incógnita haciendo omiso a sus palabras miró uno a uno todos esos garabatos y de nuevo se arrodillo a la altura de la pequeña. Esta le miró ilusionada.
- ¿Usted sabe muchos números? ¿Es usted capitán de un barco muy grande, verdad?
Incógnita le señaló con el dedo uno de sus garabatos.
- Hija, sabrías decirme qué es esto.
- Eso es una multiplicación.
- ¿Y esto?
- La división.
- Bendita Igualdad -. Aquel hombre no paraba de devorar con la mirada aquellos garabatos.
- Hija y esto, presta mucha atención. Esto qué es lo que es.
La pequeña señaló con el dedo un grupo de números y letras.
- ¿Esto?
- Una ecuación.
Incógnita negó con la cabeza y se frotó el pelo, la niña sonrió y volvió a mirar a su padre que muy serio la observaba. Tras esto aquel señor se levantó y conversó con su padre y la profesora, esta entró de inmediato en su clase y sacó todos los trabajos de la niña que tenía guardado de años anteriores.
- Qué esta pasando Señor Incógnita.
- ¿Me daría usted permiso para hablar con el Tribunal de las Vocales y con el consejo del Abecedario?
- Mientras esté yo presente, no habrá problema.
Incógnita tomó su móvil he hizo una llamada.
- Buenos días señor. Si, si, lo de la niña es cierto. No, para nada, no es un error, no señor, no estoy equivocado y tengo las pruebas en mi poder. ¿Sumar? – este sonrió -, y restar y multiplicar e incluso una ecuación. No, no señor, no me burlo de usted. Si, lo que usted crea oportuno. Señor, esto va a tomar un rumbo mucho mayor del que se esperaba. Como que estoy borracho, no insulte usted mi inteligencia, la niña me ha despejado “x” de una ecuación, ¡qué letra es capaz de hacer eso sino la propia “x”! ¡Pues venga usted y véalo con sus propios ojos! No, no señor, el ignorante es usted, yo solo soy una incógnita de un problema que la niña ha resuelto.
- ¿Que está pasando aquí?
La niña abrió los brazos de par en par.
- ¡Mamá, este señor le gustan los números como a mí! ¡Es capitán!
Una vez agarró a la niña alzó a la pequeña y observo al padre que aunque con su gran bigote no pudo ocultar su vergüenza.
- Venga hija, nos vamos al parque.
- ¿Podemos ir a la playa a ver los barcos del mar?
- Nos vamos donde tu quieras.
Incógnita colgó el móvil dejando a su interlocutor con la boca abierta, y agarrando fuertemente los papeles alcanzó a la madre que muy enojada bajaba las escaleras.
- ¡Por favor! Por favor, espere, espere. No se marche. Se lo ruego.
La madre haciendo caso omiso continuó bajando las escaleras con pasos muy firme.
- Ven hija -. Digo mientras la agarraba de la cintura y la acomodaba la suya.
Aquel hombre como pudo llego al último escalón y delante de ella le rogó.
- Por favor, se lo pido. Su hija…su hija es una maravilla.
- No se burle de ella. Es una niña, sus cuentos y sus ilusiones son solo suyas, nadie puede entrar dentro de su imaginación e intentar destruir lo que ella siempre ha deseado. Y si quiere ser un número que lo sea como si quiere ser capitán.
- ¡Siiiii capitán de una nave que vuela por las estrellas! -. Exclamó la pequeña levantando un brazo, con las mismas se sacó su parche y como pudo se lo puso en el ojo.
- No, no me burlo. Mire, mire – le enseñó los números escritos en aquellos papeles garabateados -, esto, esto es un milagro. Su hija, entiende los números, que digo yo, su hija dentro del caos que usted y otras letras pueden llegar a ver ella ve orden. Por favor, le ruego que me de una oportunidad, que digo yo, déle una oportunidad a su hija de ser capitán.
La madre vio en los ojos de aquel hombre tanta verdad.
- ¿Quien es usted?
- Mi nombre es Incógnita, temblando le sacó su identificación estatal. Me envía Eureka.
- El hombre más sabio de todo el Alfabeto -. Dijo asombrada.
- Y de todos los números, no hay persona más inteligente en este mundo que el. En el Parlamento no paran de hablar de su hija. Todos, números, letras y signos de ambos lados dudan de que su hija exista. Otros decían que era una estrategia política otros que era una farsa. Desde que aquel doctor nos telefoneó no hay otra cosa en boca de las personas más influyente de este mundo, ¿una letra que entiende los números? Habrá algo más maravilloso que eso.
La madre miro a su hija con el parche mal puesto y le preguntó.
- Hija, ¿tu quieres enseñarle a este señor y otros muchos todo lo que sabes?
- ¿Voy a ser profesora?
- Si -. Dijo la madre sonriendo.
- ¿Y les voy a enseñar a todos a contar?
Incógnita sonrió.
- Les vas a enseñar tu sueño.





EL PARLAMENTO

Llegaron en un flamante coche negro, aquel edificio era inmensamente colosal, con grandes esculturas apostadas a ambos lados y circundándola imponentes columnas corintias rendían culto y bienvenida a cada una de las personas que cruzaban la entrada. Una gran multitud de personas esperaban fuera del edificio observando con gran expectación cómo sería aquella niña, sería rubia o morena, alta o baja, cómo iría vestida, sería de alta cuna o sería vulgar, sus ojos serías claros u oscuros, andaría recta o vacilaría a cada paso, seria preciosa o perfecta, ¿cómo será? Esa era la pregunta que durante unos segundos en aquella complicidad de aquellos grupos formados por los mas altos ideales no dejaba de preguntar. El murmullo enmudeció, un gran señor bajó del coche, el chofer, y con gran porte abrió la puerta por donde la pequeña bajaría. Un zapato de color rojo con unos graciosos calcetines blancos asomó durante unos segundos, como si dudara, luego de un salto se mostró ante todos ellos. Su traje rosa y con bordados blancos hacia un hermoso juego vistiendo a la niña como si de una pequeña princesa se tratara. La niña al bajar, les observó y le llamó la atención los pajaritos que en el césped parecían mirarla.
- Mamá, ese es Pío Pío. Señaló con el dedo.
Su madre que ya había bajado sonrió y tomó rumbo a las puertas junto con su marido e Incógnita. Allí todos aquellos que la aguardaban hasta el pasillo le abría paso haciendo una ligera inclinación con la cabeza o las mujeres con una bella sonrisa, la gente dejó de murmurar y fue callando, entre una y otra persona la pequeña letrita observaba cuadros de las letras y números más importantes que habían hecho cambiar el rumbo de la historia. La iluminación de aquel pasillo era cálida procedente de varias grandes lámparas que colgaban del techo. Un gran respeto y curiosidad sintieron por la letrita “e”. Llegando a una gran puerta esperaron, otro gran señor muy bien uniformado les abrió la puerta y sonrió a la pequeña, esta le saludó con otra sonrisa mientras agitaba la mano.
- Bienvenida -. Pronunció aquel hombre.
- ¡Mira mama! ¡Que grande! -. Observó la sala del parlamento. ¿Cuantas sillas?
Incógnita, que junto a ella no le había abandonado, le observó y dijo:
- Sabes una cosa. En todas estas sillas se sentarán personas para escucharte.
- ¿A mi? -. Se señaló con el dedo.
- Todos quieres que les enseñes a contar. Has visto, vas a ser la profesora de todos los números y letras de este mundo. ¿Serás capaz de hacerlo pequeña?
Ella asintió y comenzaron la marcha por una alfombra que bordada a ambos lados se repetían sin cesar números y letras, así hasta el lugar que le habían preparado. Cuando llegó vio, una pizarra tan grande como el bigote de su papa y a ambos lados de esta, varias sillas para el tribunal de las vocales y otras tantas para los diez primeros números, una gran silla central para Eureka, y junto a esta, otra para el señor Infinito. La sala comenzó a llenarse, pero con un gran respeto, nadie osó hablar ni comentar palabra alguna, todos tomaron sus asientos y esperaron a que Incógnita rompiera aquel silencio. La madre de la pequeña antes de dejarla y sentarse en primera fila junto a su marido, le dio un beso y le sonrió.
- Demuéstrales cual es tu sueño, hija mía.- Dijo señalando a todos los presentes.
Los ojos de aquella letrita, se abrieron de par en par.
- ¿Todos van a ser mis alumnos?
Observó a todo un parlamento como si de peluches se trataran esperando a que ella, su profesora, les enseñara.

EL SUEÑO

Incógnita hizo las presentaciones a todo el tribunal y cuando Eureka afirmó, Incógnita se inclinó y dijo:
- Pequeña letrita “e”, esta tiza es única, la han hecho sólo para ti. Algunos dicen que es mágica otras dicen que la hicieron las hadas de los sueños para un momento como este. Estos señores te van a realizar diferentes preguntas y ahora nadie se va a burlar de lo que digas, hija, demuéstrales a todo el mundo lo que sabes. Yo estaré junto a ti en todo momento, no tengas miedo.
- ¡Qué tiza más bonita!
Incógnita inclinó su cabeza y le sonrió
- Es tuya, para siempre.
Luego se dirigió a Eureka y asintiendo comenzaron a preguntarle. Durante una hora aquella pequeña letrita explicó con toda su energía y a todo el parlamento lo que era una suma, una resta, una multiplicación y una división. Recitó las tablas de multiplicar hasta el 12, mostró la forma más sencilla de hacer una raíz cuadrada. Le explico a la letra “x” como despejarse ella misma de una ecuación, aquello llenó de risa y jubilo la estancia. También se atrevió a realizar ecuaciones con dos incógnitas. Nadie, absolutamente nadie oso molestar a la niña. Letras, números, signos de puntuación y signos matemáticos observaron a aquella simple niña de 4 años explicar todo aquello. Era imposible decían algunos, un genio decían otros, no puede ser decían los de más allá y antes de que terminara les dijo a todos como relacionar una derivada con una integral. Parecía que la mano de un díos guiara esa pequeña manita que con una tiza no paraba de pintar en aquella enorme pizarra todo lo que los grandes matemáticos de su mundo le pedían. Ella seguía hablando y escribiendo, aquella pequeña lo sentía, sentía aquellos números, sentía como salían de su corazón y sin darse cuenta, aquellos señores uno a uno, indistintamente de donde se sentaran comenzaron a levantarse y pausadamente comenzaron a aplaudir, hasta que aquel parlamento se convirtió en un auditorio, aquellos señores aplaudieron con un profundo respeto, como si de un Nóbel se tratara. La niña comenzó a escuchar esos aplausos y girándose observó a todos aludiéndola, a ella, a esa simple niña que lo único que quería demostrar al mundo era su sueño. Aquellos infantiles ojos no creían que esos aplausos fueran para ella, durante minutos la niña quedó perpleja con la tiza en la mano, luego se giró y observó al tribunal de las vocales que en pleno vitoreaban a la niña, luego miró al señor Infinito que con rostro solemne asintió dándole la enhorabuena, luego observó a Eureka que pidió calma a aquellos señores que no paraban de halagarla. Cuando todos se sentaron preguntó:
- Infinito, tiene usted algún número para concederle a esta niña.
Infinito con todo el dolor de su corazón negó.
- No señor, hasta el infinito esta todos los números dados.
Un amago sonoro fue sentido por toda la sala.
Eureka pensó entonces una solución. Seguidamente algo iluminó su semblante y sonrió, levantándose dictaminó:
- Hoy, a esta pequeña letra se le reconocerá rango de número. Desde este mismo instante tenemos un genio entre nosotros y como no existe número para ti, tú en esencia serás un número por derecho propio. Desde hoy te llamaremos, el numero "e".
Como si de un juez se tratara dio tres golpes sentenciando aquel sueño. En ese preciso instante su padre se levantó, caminó, subió y a su lado se arrodilló, su hija se giró y le contempló con el corazón encogido.
-Papa, ¿ya soy un número?
-No hija, desde hoy eres mi Capitán.
Con las mismas sacó de su bolsillo un gorro de papel y un parche de pirata, se lo puso a su hija y la cogió en brazos, luego se giraron contemplando aquella inmensa sala que de nuevo se levantó para honrar el sueño con el mayor aplauso escuchado nunca.
Desde aquel día la niña pudo viajar en su barco, más allá de las estrellas.








Nota:

La constante matemática e es uno de los más importantes números reales. Está considerado el número por excelencia del cálculo. Es un irracional y su valor exacto no puede ser expresado como un número finito de cifras decimales o con decimales periódicos. El número e puede ser representado como un número real en varias formas: como una serie infinita, un producto infinito, una fracción continua o como el límite de una sucesión.
Representación del numero “e”

Sin este número el hombre nunca hubiera pisado la luna y gracias a el, el hombre, sueña con llegar más allá de las estrellas.